Descripción
¿Cuántas veces nos hemos recreado en la debilidad de las voces que nos etiquetan? ¿Cuánta tristeza disfrazada de felicidad? ¿Cuántos empujones de realidad? ¿Cuántos movimientos aleatorios en una misma nota?
El ritmo acelerado de la vida nos envuelve con su prisa. Los paisajes son demasiado amplios, y el sol, en mitad de la tormenta, parece abrirnos sus puertas.
El amor intermitente nunca debería de ser tachado de un brote de libertad cualquiera, sino del espacio inhabitable más cálido que nos define.
Y hay que aprender a convivir con nosotros mismos. Ese será el verdadero amor. Esa será la auténtica libertad.
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